Es lodo y es polvo y es humo y es nada

«Reconforta encontrar hoy en cualquier lengua y territorio a un poeta como César Eduardo. Renunciando al “poema absoluto”, su personaje poético se postula como “apuntador del teatro del mundo”. El mundo, la historia, la existencia común resultan descubiertos en su ruindad y ruina por los restallantes versículos de este insólito apuntador, por el escalpelo de su ironía, su sarcasmo, su cólera magnífica. Con furiosa ebriedad, con una implacable y enorme lucidez histórica y moral, el personaje poético nos sacude sin piedad. Las diatribas contra la República platónica (“Y no me digan, miserables, que una sola de sus rimas ha salvado alguna vida”), los monumentos carcelarios (“nos mintieron nuestros héroes… nuestros mártires y próceres”), las teologías y los teoremas, los críticos, inquisidores y censores, los poetas y otros farsantes que “se disputan las miserias del poder y la arrogancia, y de la fama”, son frutos suntuosos de una conciencia que ni esconde ni olvida sus querencias más íntimas ni su lugar de enunciación, que sabe que aquí todos “cabalgamos maderas troyanas”, la madera de la derrota, combustible para la incandescencia de esta poesía. Estos versos largos, agitados, abrasivos, encarnadura de la irreductible agudeza de la materia, de la carne, de la historia, muestran que César Eduardo es uno de los pocos poetas de hoy que Ecuador puede ofrecer al lector hispanohablante y al mundo».

Mario Campaña